Un negocio dulce como la miel

Historia de éxito

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Un negocio dulce como la miel

José Arismendi Peña

Este araucano dedicado a la apicultura ha logrado, con el apoyo de La Unidad de Inclusión Financiera de la Fundación El Alcaraván, hacer crecer su negocio. Ni siquiera la pandemia ha frustrado esta labor que endulza la vida de los araucanos.

Cada paso cuenta a la hora de ir a un apiario. Alista el ahumador, el traje de protección, los guantes y la espátula acerada y emprende su camino hacia la vereda Mata de León en el municipio de Tame. Allí, en una de esas montañas majestuosas del piedemonte, está ubicado el apiario más antiguo de la Asociación de Apicultores Colmiel, donde hace 19 años se instalaron nueve colmenas para genética de cría y producción de miel.

A menos de 300 metros de las colmenas, prende el fuego con pepas de corozo seca y semillas de eucalipto para proteger sus pulmones y calmar a las abejas, y luego se pone el traje, verificando que no quede orificio alguno por el que una abeja pueda entrar. Empieza a descender por la montaña para ver a sus “reinas”, como cariñosamente las llama. Cuida de cada paso, pues en un ambiente húmedo y selvático puede resbalar o encontrarse con animales característicos de ese ecosistema.

Hace más de 26 años, José Arismendi Peña se dedica a la apicultura. Antes domaba caballos y tenía otros oficios, pero por accidente se cruzó con una colmena de abejas y “fue mi pasión desde un comienzo, me llamó la atención el estilo de ellas, pues lo llevan a uno a la naturaleza; cuando uno trabaja con ellas se olvida de la monotonía, de la tecnología, del agite del transporte y se adentra en un ambiente lleno de vida”, relata con entusiasmo.

Acostumbrado al zumbido particular de estas criaturas hogareñas, exploradoras y osadas, Arismendi usa humo para controlarlas, luego revisa la colmena de abejas africanizadas e instala la cámara de producción mientras conversa con ellas. “Para mí, ellas son vida, felicidad, salud y bienestar”, agrega.

Las abejas polinizan cerca del 75 % de la producción mundial de alimentos; su presencia favorece la biodiversidad, pues son responsables de la fecundación y la reproducción de árboles y plantas con flores y frutos.

“Si las abejas desaparecieran del planeta, al ser humano le quedarían cuatro años de vida. Es verdad: por las abejas hay alimento, son polinizadoras, hacen que las plantas produzcan, hacen que los pastos progresen”, explica Arismendi.

Comenzar con la apicultura no fue fácil, cuenta él. Con recursos individuales crearon la Asociación, de la que hoy hacen parte 25 apicultores de Tame, entre los cuales suman más de 1.500 colmenas. De sus colmenas, José obtiene la miel natural, el polen, la cera y otros ingredientes para los productos que hoy comercializa bajo la marca Colmiel.

Para fortalecer su microempresa, José acudió a la Unidad de Inclusión Financiera de la Fundación El Alcaraván hace siete años y desde entonces ha logrado cinco préstamos que se han convertido en el capital de trabajo, parta cubrir gastos administrativos y hacer inversiones en publicidad para sus productos.

“Pasé por El Alcaraván, solicité el crédito y a los seis días me dijeron: ‘Aquí está su dinero’. La compra de los envases y la elaboración de la etiqueta los he cubierto gracias al crédito; además, he fortalecido la parte administrativa y todo lo que genera gastos”, cuenta José.

Miel en pandemia

un desafío Por cuenta del COVID-19 muchas cosas cambiaron, incluso las abejas de José se vieron afectadas: “Cuando guardamos ese tiempo de espera en casa, ya las colmenas se habían enjambrado muchas veces, hubo otros casos en los cuales les cayeron árboles encima; nosotros no estábamos acostumbrados descuidarlas así. La parte económica también afectó mucho, hubo problemas con envíos a otras ciudades”, recuerda él. Sin embargo, siguiendo el ejemplo de las abejas, no dejó de trabajar: brindó asistencia técnica en otros apiarios. Luego de dos meses sin poder comercializar la miel, el Gobierno nacional dio vía libre a la comercialización de este producto, lo que aumentó la demanda y, por lo tanto, las ventas se dispararon gracias a los beneficios de este producto.

“Le dieron salida a la miel y nos empezaron a pedir por todo lado, nos decían: ‘Busque la manera, pero hágame llegar la miel’. Entonces la miel que estaba depositada nos compensó el tiempo que habíamos estado prácticamente inmóviles. La miel, el polen y el propóleo se vendieron mucho por sus beneficios al subir las defensas”. CONTACTO. 311 2285469

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